¿Te has dado cuenta de que los niños nacen con una disposición innata y natural de “abandonarse”? ¿Te has fijado en la risa de un niño pequeño? Seguro que sí.
Los niños desprenden una energía enorme, se ríen y todo su cuerpo es el que ríe, se caen y la mayoría de las veces no se hacen daño. Si tú intentas hacer lo mismo que hace un niño, si te caes todas las veces que el niño se cae acabarás el día agotada/o y es seguro que acabes con un moratón o chichón, o peor aún, las dos cosas.
Entre un niño y un adulto hay una gran diferencia, la tensión. El cuerpo del niño es un “dejarse ir”, los niños no se hacen daño al caerse porque carecen de tensión. Cuando se ríen, su cuerpo es una gran risa. En cambio, la risa, para la mayoría de adultos es un simple gesto y pocas veces nos reímos con todo nuestro cuerpo.
¿Cuánto tiempo hace que no te ríes a carcajada limpia?
Los niños nos muestran que es necesario “abandonarnos”, aprender a relajarnos y dejarnos ir. Las personas nos olvidamos de relajarnos. Cuando tu cuerpo está relajado te olvidas de lo que tienes, de hecho, solo somos conscientes de nuestro cuerpo cuando sufrimos tensión o nos duele alguna parte del cuerpo. Para “abandonarse” no hay que hacer nada, solo experimentar, sin tensiones ni problemas.
Cada noche, antes de que te llegue el sueño observa cómo fluye la energía por tu cuerpo desde los pies, poco a poco… ¿Hay tensión en alguna parte de tu cuerpo? ¿En los pies, en los muslos, la cadera, los hombros? Párate un momento en esa parte del cuerpo que notes en tensión y trata de relajarla. Te ayudará prestar atención a la respiración, inspira mientras te concentras en la parte tensionada… expira y ve soltando el aire lentamente. Cuando sientas que ya está relajada, sigue el recorrido.
¿Has observado a un niño durmiendo? ¿y quizá sonriendo? Seguro que sí…
La sensación de “abandonarse” ya está en ti, solo tienes que recordarla…Vuelve a ser niña.