Seguro que en algunas ocasiones has dejado tareas o cosas por hacer para otro momento. Te resultaban “difíciles” o “desagradables” de hacer. ¿Qué pasa cuando la pila de tareas crece y crece? Llega el momento en que no tenemos ni idea de cómo y cuándo vamos a lograr hacerlas.
Cuando eliges o decides ir al cine, llevas a cabo un proceso que a simple vista parece fácil, sin esfuerzo. Pero si te paras a pensar en los pasos y en la energía que pusiste para ir al cine verás que: elegiste la película, el horario y cómo no el cine, te pusiste de acuerdo quizá con alguien para ir, te desplazaste…
Este sería un ejemplo de un objetivo fácil. Te enfocaste en una tarea, elegiste el cómo y el cuándo querías tener resultados.
¿Qué pasa cuando hablamos de objetivos difíciles? Que automáticamente al llamarlos difíciles o desagradables surgen los obstáculos, nos boicoteamos y no logramos nuestro objetivo, aparece la inacción: “No tengo tiempo”, “Ahora no puedo, después lo hago”… Podrían ser aquellas tareas que nos pueden fastidiar como ordenar papeles, organizar el armario, reservar la visita al dentista… Y nuestro cuerpo obedece. Mente y cuerpo cae en la inactividad y no tenemos la suficiente energía para ponernos en marcha.
De lo difícil a lo fácil:
- Transfiere el proceso positivo (por ejemplo: ir al cine) que ya conoces para “enfrentarte” a los objetivos “difíciles” de una forma positiva y con energía.
- Cambia tu lenguaje, “lo hago rápido y sin esfuerzo”, “me organizo y lo hago hoy”.
- Dale instrucciones a tu mente y tu cuerpo responderán en la misma medida.
- Dirige tus pensamientos para que trabajen a tu favor. Utilizar un lenguaje positivo y palabras de acción es una de las claves para dejar de postergar.
- Analiza tus frases limitantes cuando quieras lograr un objetivo y cámbialas por unas más positivas y que marquen movimiento.
Un lenguaje que nos llene de energía nos ayuda a conseguir lo que queremos.