Tenemos ya las vacaciones a la vuelta de la esquina y la ilusión de poder disfrutar de nuestro tiempo libre y relajarnos sin tener que pensar en el trabajo y en todas las tareas que tenemos pendientes nos da el último empujón de energía que nos falta para poder llegar a ellas. Nos vienen a la cabeza mil y una imágenes de relax como disfrutar del sol en la playa, pasear al atardecer por una pradera llena de flores o leer un buen libro mientras tomamos algo en la terraza de un bar…
Pero de entre todas estas imágenes hay una que se repite en muchas hogares y siempre más o menos a la misma hora: la siesta. Se trata de uno de los mayores placeres que existen y uno de nuestros “hábitos” más exportados ya que cada vez son más los países que la están adoptando.
Numerosos estudios avalan los beneficios de echar una cabezadita justo después de comer. Así, aseguran que la digestión es mucho más fácil porque al dormir se relajan los músculos. Pero también contribuye a disminuir los riesgos cardiovasculares, nos ayuda a liberar tensiones, aumenta nuestra capacidad de concentración y refuerza el estado de alerta.
Es cierto que en verano y, sobre todo, cuando se está de vacaciones, las siestas acostumbran a durar entre 1 o 2 horas, pero lo ideal es que no pasen los 15 o 20 minutos. Todos los estudios coinciden en decir que este tiempo es suficiente para recuperarnos del esfuerzo hecho por la mañana y no padecer insomnio por la noche.
Así que con tanto beneficio, ¿quién no se apunta a dar una cabezadita? ;)