Suena el despertador, conecto el piloto automático, me despierto a la misma hora, salto de la cama y directa a la ducha, luego desayuno…
La rutina tiene ventajas y pocas sorpresas ya que se trata de una situación o experiencia que podemos predecir. Pero tiene un inconveniente, anclarse en ella. Y es que al suponer como van a ser las cosas les dejamos de prestar atención y funcionamos en piloto automático.
A modo de ejemplo un corte de pelo de un compañero de trabajo o de la pareja puede pasar desapercibido al igual que pueden desaparecen olores, sabores, el murmullo… nos acostumbramos a esos sentidos y los etiquetamos como “normales”.
¿Cuál es la mejor manera de desactivar el piloto automático?
La respuesta a esta pregunta te invita a pasar a la acción y a probar. Sencillamente rompe una de tus rutinas y observa qué pasa, ve a dormir más temprano o despierta una hora antes, si coges el metro o autobús para ir a trabajar bájate dos paradas antes de la tuya o empieza una conversación y habla con alguien desconocido.
Los primeros días puede que te sientas rara, algo normal ya que no estás acostumbrada a ello.
Una buena opción para desactivar el piloto automático es practicar la atención plena. Es simple, para ello empieza por sacar las cosas de contexto. Escoge algo usual, “normal” en tu vida diaria como podría ser el agua o la comida. ¿Cuántas veces al día entras en contacto con ella? ¿De qué forma, de qué manera? El agua de la ducha, al preparar un té o una sopa, las gotas de lluvia en la ventana, el agua de la piscina, al lavarte las manos o regar las plantas, la transformación al congelarse o el vapor de agua.
Observa, utiliza todos tus sentidos y pon atención a esos momentos, situaciones o cosas que el piloto automático daba por sentado y no te dejaba ver y sentir. Puedes llevar un diario dónde recoger todas tus impresiones.
Recuerda que lo común puede volverse extraño y excitante.